Ocho horas de guardia en la garita
y otras tantas yirando cayetano,
el club, el bulevar y la placita
de los largos domingos de verano,
el cielo siempre azul, la calesita
que manejaba el tano,
el kiosco de Raquel, la santarrita
y el yerta de Fermín, el artesano.
La vida es tan cerquita,
todo queda al alcance de la mano,
el bar de Margarita,
y el cura Benjamín, llamando en vano
a la misa de diez y algún fulano
silbando compadrón la Cumparsita. ©
Del libro De lunfa somos.
Pintura: Sigfredo Pastor.
la vida es tan cerquita...
ResponderEliminarSigfredo Pastor / Todo tango
ResponderEliminarNinguna canción, de ningún folklore del mundo, canta al infortunio del amor imposible en la forma que lo hace el tango, y muy pocos lo han pintado como Sigfredo Pastor.
Sigfredo Pastor, antes que artista, hombre de Buenos Aires hasta la más recóndita fibra de sus entrañas; afincado "por cuore" en una temática pictórica de honda consistencia porteña y tanguera, traza en sus cuadros un universo que es reflejo fiel del espíritu de nuestra música popular.
En ellos afirma el vigor del baile entrelazado, formando o fundiendo a la pareja casi en una sola figura, en cumplimiento de una apostura maleva de honda plasticidad escultórica que, por su vibrante acción, parece empeñada en fijarse de manera indefinida en el tiempo.
Muestra, con recia expresión y barroca filigrana, todo lo que nuestra música popular ciudadana ostenta como viril y bravía. Ese impulso erótico, de feroz contextura, se asienta en el valor y el coraje de ignoradas pero ciertas epopeyas con duelos a cuchillo cuyo pretérito y nunca olvidado escenario fue el arrabal.
ResponderEliminarA los aledaños, muerta la vida en libertad del campo, arribó al exiliado gauchaje cansado y casi vencido. De su renacimiento en la ciudad surgió la impresionante liturgia del tango bailado que está aquí, en el trazo de Pastor, desbordante de excitación y solemne ensimismamiento, coronado de gruesos ribetes o finos arabescos que, por actitud y aptitud, exponen el desbordante fuego sagrado, la concentración mística, que se requiere para ejercer el sublime acto de bailarlo.
Después, o mejor dicho como una parte indispensable del todo, como pincelada ineludible, como detalle fundamental de la policrómica "mise en scene" total, salta el ropaje: sacos, pantalones, blusas, polleras, pañuelos o chambergos que parecen unidos a la piel, manifestando pliegues, sinuosidades, recovecos que sirven para refugio, morada u ocultamiento de una coreografía que funde los cuerpos en plan de conjuración erótica e instituyen el paso previo de la corola que se abre al polen.
ResponderEliminarY hay también allí, como estallido del rito, un despliegue de movimientos en piernas, brazos y caderas que es prepotente ostentación y constituyen otra parte esencial de la danza; esa que, por su genuina aparatosidad gesticulatoria, podría graficar el alarido.
El tango, además, para establecer con legítima exactitud su identidad, requiere un escenario real y una auténtica utilería también totalmente propia, exclusiva, sin la cual perdería ese sabor que le otorga su raigambre como folklore ciudadano.
ResponderEliminarLejos de la falsa "feerie" del Cabaret, Pastor le adjudica su paisaje más auténtico: el patio; ese microcosmos que sintetiza el trajinar de la vida de arrabal con su cargada esperanza de milagros; ese tablero de baldosas rojas en el que el ajedrez de los guapos entabló más de una jugada mortal.
Sobre su entorno de paredes rosadas o amarillentas, trepan enredaderas y madreselvas o se extienden parras y aleros para que el antiguo y cálido continente irrecuperable "tenga -como decía nuestro llorado Cátulo Castillo- frescor de sombra" y el mate amigo circule cálido y tierno en la rueda formada por los cordiales sillones de mimbre más nobles y majestuosos que un trono.
Puestos ya en el añoso patio, encontramos el altillo con la pequeña ventanita donde, en una diminuta maceta, ha crecido una flor henchida del mismo coraje de su mísero dueño para sobrevivir a innumerables inclemencias y postergaciones.
ResponderEliminarAdentro, el calentador "Primus" rige el invierno y el verano como una inapagable llama votiva, encendida para sostener el sentimiento de un cariño que, ausente o presente, siempre estará vivo.
Sobre las paredes a veces descascaradas del viejo "bulín" la proyección querendona del porteño ha instaurado, como en un altar, el panteón de sus héroes: el sonriente perfil de Carlos Gardel, la apostura boxística de Firpo, Justo Suárez o el Mono Gatica y el seleccionado albiceleste de las grandes y fraternales justas rioplanteses contra los aguerridos orientales.
Y en el foro, como si fuera el telón de fondo de la representación del legendario sainete criollo, tan afín a la esencia del tango, tenemos una puerta casi irreal que simboliza el antiguo y amplio portón del conventillo en cuyo quicio, tras el regreso del descanso a la sombra, se apoyaron alguna vez los compadres de Vaccarezza, Pacheco y Cayol a contemplar el melancólico escenario del perdido amor.
ResponderEliminarEse mismo portón que, abierto día y noche, ofreció el deslumbramiento de los faroles callejeros marcando "una hilera larga de luces que van pal' Centro" a fin de que las siguiera la pebeta más linda 'e Chiclana cumpliendo el empeño de transformarse en la mitológica Esthercita y la sencilla Margarita pasara a llamarse "Margot".
También ellas hicieron girar la manivela de los organitos moliendo en el tango su melancólica carga de ausencias, añoranzas y sueños vanos, para repetir por enésima vez -¡loado sea!- su temática sinfín: la del amor que no fue.
ResponderEliminarEse imposible, hecho de tarde gris, desencuentro, cita ausente y ronda de esquina sin Ella que, para Sigfredo y para mi, será siempre la voz de Buenos Aires, nuestra ciudad amada. es decir: el tango.
Autor del texto: Jorge Montes / Junio de 1978.
ResponderEliminarLa cumparsita, extraído de la peli "Tango" de Carlos Saura.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=W8Ud0PS0H_k