Con el curro naval de andar de viaje
por las islas azules del Egeo,
Ulises (Odiseo),
va sumando sirenas y millaje.
Su paciente mujer le teje un traje
que desteje después y en tal jaleo
van pasando los meses al boleo,
lo mismo que la estela del oleaje.
Rituales de madejas y deberes
que guarda bajo llave
y Ulises que no da noticia alguna;
se cuentan por docenas las mujeres
subidas a la nave,
y su jermu más sola que la una.
Del libro De diluvios y andenes.
Penélope
ResponderEliminar¿Dónde estarás, amor? ¿Qué extraños mares
surcas bajo la cólera violenta
de vengativos dioses, mientras lenta
cada noche acentúa mis pesares?
Me siento extraña en nuestros propios lares,
sujeta a las presiones y a la afrenta
de cada advenedizo, que acrecienta
su ambición entre copas y cantares.
No tardes, apresura tu regreso,
que se me ha helado ya el último beso,
y mi cuerpo ha olvidado tu calor.
Que estoy, como el fiel Argos, desvalida,
ciega y sorda sin ti, casi sin vida,
pero guardando incólume mi amor.
Winnipeg, 20 de octubre de 1999.
Francisco Alvarez Hidalgo.
Penélope, en la mitología griega, hija de Icario, rey de Esparta, mujer de Ulises, rey de Ítaca, y madre de Telémaco..
ResponderEliminarEn la vida de Ulises falta alguien. Alguien que le otorgue calma en las horas de angustia y alivie el peso de su soledad. Para cumplir los designios del Destino, él necesita una compañera.
Elige la mujer más bella de Grecia; Helena, hija de Tíndaro rey de Esparta. Pero cuando llega allí, dispuesto a pedir la mano de la muchacha, se encuentra con una desagradable sorpresa: Helena tiene tantos pretendientes que para conseguirla tendría que desatar una guerra.
Frente a dicha situación Ulises se prepara para dejar la corte de Tíndaro y emprender el viaje de retorno, cuando una figura femenina llama su atención. Es Penélope, prima de Helena, que ha venido a aconsejar a la princesa en indecisión.
Enamorados a primera vista, ambos jóvenes recorren mudos la estancia del palacio. Una fuerza mágica los une en un largo beso. Poco después y como si se conocieran desde hace años parten juntos para Itaca.
Ni los dioses, ni los hombres, ni el propio Destino podrán separarlos definitivamente.
Inclinada sobre la blanca cuna Penélope entona suaves melodías para acunar al pequeño Telémaco. En el balcón Ulises mira el cielo estrellado. Ni Ulises ni Penélope se imaginan que les aguarda una tempestad de acontecimientos contarios a la alegría y contrarios al amor.
ResponderEliminarLa noticia no tarda en llegar; Helena ha sido raptada por Paris, príncipe troyano, y su marido Menelao, convoca a todos los guerreros griegos para luchar a su lado (Ulises, mudo de espanto recuerda la estratagema que se ideó para ayudar a Tíndaro, los pretendientes de Helena deberían ayudar al elegido a conservar a su mujer).
¿Tendrá que abandonar su familia y su patria por una guerra que no respeta? Desesperado, intenta simular locura, pero Palamedes lo desenmascara poniéndole a su hijo Telémaco en un momento que simulaba furor y locura que el héroe se ve obligado a interrumpir para no matar a su hijo. Ulises, obligadamente debe partir.
Penélope,
ResponderEliminarcon su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón
y su vestido de domingo.
Penélope
se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.
Dicen en el pueblo
que un caminante paró
su reloj
una tarde de primavera.
"Adiós amor mío
no me llores, volveré
antes que
de los sauces caigan las hojas.
Piensa en mí
volveré a por ti..."
Pobre infeliz
se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril
cuando se fue tu amante.
Se marchitó
en tu huerto hasta la última flor.
No hay un sauce en la calle Mayor
para Penélope.
Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.
Dicen en el pueblo
que el caminante volvió.
La encontró
en su banco de pino verde.
La llamó: "Penélope
mi amante fiel, mi paz,
deja ya
de tejer sueños en tu mente,
mírame,
soy tu amor, regresé".
Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel.
"Tú no eres quien yo espero".
Y se quedó
con el bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación.
Joan Manuela Serrat.