Entre el principe y un novio que tenía,
Cenicienta, con banal obstinación,
eligió con penitente cobardía
malvender su corazón.
Recostada en una cama larga y fría,
en el páramo de aquella habitación,
llora tanto por el novio, todavía,
que se oxidan los resortes del colchón.
Llanto triste de princesa,
con la boca de romper una promesa
y los ojos de diluvio universal.
Alma en pena por la noche desolada,
soledad de su mirada,
maldiciendo el zapatito de cristal. ©
Del libro De lunfa somos
Recitado en el Café Montserrat y en el Manzi
Ilustración: La increíble Jeannie Lorioz
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.