Al pucho se
calzó los escarpiantes
y se tomó el olivo,
escorado en
las sombras y cautivo
de un enjambre de penas vigilantes.
Acarreando
nostalgias ambulantes
y un sueño
substantivo,
iluso de
promesas y afectivo
rajó de
soledades convocantes.
Cayetano de
excusas
y curda de
tristezas inconclusas
de gotán
fulería,
al tiro,
saltó por la
ventana del espiro
con las únicas
pilchas que tenía. ©
Para Enrique Santos Discépolo, en un nuevo aniversario de su partida. Del libro De lunfa somos.
Recitado en el Café Manzi y en la APL.
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