viernes, 11 de septiembre de 2020

A la sordina

Callado, sin estridencias,
se fue Horacito Molina
y la luna de la esquina
lució su traje de ausencias.
Fueron pocas pertenencias
para llevarse consigo,
una canción por abrigo,
unos tangos de Gardel
y en el ojal un clavel
de oro floral como el trigo.

Flor de lino la tristeza
de haberlo querido tanto
y este diluvio de llanto
en la mitad de la pieza.
Con puntual delicadeza
guardó sus cosas queridas,
las ilusiones cumplidas,
las que no pudieron ser
y el nombre de una mujer
que sigue siendo una herida.

En los suburbios del cielo,
donde florece la parra,
pidió la vieja guitarra
y se anudó su pañuelo.
Tres pibas lloran el duelo
con gotas de lluvia fina.
Un ángel a la sordina
le hace la segunda voz
y en el cotorro de Dios
cantó Horacito Molina. ©

Del blog de Lunfa somos.
Poema que derivó en canción con la querida complicidad de la guitarra de Floro Aramburu.
Estrenada en el Café Borges 1975, en Las Noches Florentinas, en la Cuerda Eléctrica, en Vicente y por muchos lugares más.