martes, 11 de julio de 2017

El último luthier de bandoneones

"Y el eco del suburbio se quedará sin voz" (Homero Manzi)

El último lutier de bandoneones
con ojeras nostálgicas de otoño
repite los compases monocordes
de un tango sin retorno.
Es tiempo de partir. ¿Quién sabe dónde?
Cansado de llevar sobre los hombros
el peso desmedido de la noche
y el eco taciturno de un rezongo.
En la yema marchita de sus dedos,
con diluvial tristeza
se astilla la milonga del recuerdo.
La muerte es un estuario con estrellas
y tal vez haya un cielo
de nubes ordenadas como teclas.

11 de Julio, día nacional del bandoneón.
Del libro De diluvios y andenes.
Pintura: Roberto Volta.

11 comentarios:

  1. 11 de julio, Día del Bandoneón, fecha instituida como tal, teniendo en cuenta que un 11 de julio nació Aníbal Troilo, "Pichuco", el bandoneón mayor de Buenos Aires.

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  2. Dijo Sandra:

    Buen día, Carlos.
    Muy muy bueno.
    Ayer justo google dedicó el doodle a Pichuco y ahí leí que era el día del bandoneón y que recién fue instituido en 2005. Es increíble.
    Y encontré en imágenes la pintura "Sueños de bandoneón" de María Amaral. Me pareció verla en un bar de San Telmo pero no estoy segura.Es de los pocos instrumentos musicales para escuchar y ver con la misma fascinación.
    Del soneto sin dudas el primer verso del último terceto es muy bueno.
    Pero creo que el segundo cuarteto es de lo mejor, aún a riesgo de ser injusto con "el puso rugoso de sus dedos". Y es de este modo que se concluye que, como siempre, tu calidad literaria no tiene huecos.
    ¿Puedo calificarlo de "maravilloso", no? O debo anunciarme antes en mesa de entradas?
    Saludos musicales
    san m.

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  3. El Gordo triste / Tango
    Música: Astor Piazzolla
    Letra: Horacio Ferrer.


    Por su pinta poeta de gorrión con gomina,
    por su voz que es un gato sobre ocultos platillos,
    los enigmas del vino le acarician los ojos
    y un dolor le perfuma la solapa y los astros.

    Grita el águila taura que se posa en sus dedos
    convocando a los hijos en la cresta del sueño:
    ¡a llorar como el viento, con las lágrimas altas!,
    ¡a cantar como el pueblo, por milonga y por llanto!

    Del brazo de un arcángel y un malandra
    se van con sus anteojos de dos charcos,
    a ver por quién se afligen las glicinas,
    Pichuco de los puentes en silencio.

    Por gracia de morir todas las noches
    jamás le viene justa muerte alguna,
    jamás le quedan flojas las estrellas,
    Pichuco de la misa en los mercados.

    ¿De qué Shakespeare lunfardo se ha escapado este hombre
    que un fósforo ha visto la tormenta crecida,
    que camina derecho por atriles torcidos,
    que organiza glorietas para perros sin luna?

    No habrá nunca un porteño tan baqueano del alba,
    con sus árboles tristes que se caen de parado.
    ¿Quién repite esta raza, esta raza de uno,
    pero, quién la repite con trabajos y todo?

    Por una aristocracia arrabalera,
    tan sólo ha sido flaco con él mismo.
    También el tiempo es gordo, y no parece,
    Pichuco de las manos como patios.

    Y ahora que las aguas van más calmas
    y adentro de su fueye cantan pibes,
    recuerde y sueñe y viva, gordo lindo,
    amado por nosotros. Por nosotros.

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  4. Había una vez un fueye de pantalones cortos...

    Por Mariano del Mazo

    Hay datos que el destino se encarga, retrospectivamente, de subrayar. Resignada a que jamás sería farmacéutico, Felisa le compró el primer bandoneón a su hijo Aníbal Carmelo Troilo "a un ruso de la calle Córdoba". Costaba 120 pesos y acordó un pago mensual de diez cuotas de 12. Aníbal tenía 11 años, se había encandilado con unos bandoneonistas que tocaban durante los picnics que organizaba la sociedad La Fanfarria en los terrenos del antiguo Hipódromo Nacional, gastaba horas simulando tocar el fueye con un almohadón de pluma y se había comprometido a pagar él mismo, con changas, cada una de las cuotas. El cobrador pasó dos meses y nunca más se supo nada de él ni del "ruso". Troilo comenzaba su historia con el tango con una deuda impaga.

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  5. Aníbal Troilo / Humberto Constantini

    ¿A usted le asombraría
    verlo tomar la posición del loto?
    ¿asumir la nirvana?
    ¿curar en sol mayor a los enfermos?

    ¿Usted diría que no
    si tuviera un tachito con incienso?

    Porque
    ¿quién lo va a discutir?
    Si es ley antigua.
    Si hay que zalameriarlo.
    Protegerlo.

    Porque
    ¿y si se disgusta?
    ¿Y si dice por ahí:
    no le hago más variaciones a Recuerdo?

    ¿Y si en eso se va?
    ¿Y si agarra y se lleva
    a Sur, a Barrio de tango y a María?

    ¿Usted se lo imagina?
    ¡Qué silencio!

    Porque, está bien.
    El dice que creció en Palermo.
    Pero ¿y si no?
    ¿si vino del Olimpo?
    ¿Y si llegó muy pancho del infierno?

    ¿Y si un día lo viera
    al abrir el estuche
    en vez del bandoneón sacar la lira
    y resultaba que era nomás Orfeo?

    Por eso hay que cuidarlo.
    Por las dudas.
    Saberle los gruñidos.
    Tocarle la papada.
    Contemplarlo.
    Quererlo.

    Mire si se disgusta.
    Si se embronca y se va.
    Uh, ni pensar lo que sería el silencio.

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  6. Con el alma

    -¿Por qué cuando coloca su paño de terciopelo sobre las rodillas y toma su bandoneón entrecierra los ojos?
    - Honestamente no sabría explicarlo. Posiblemente sea porque me meto adentro de mí mismo. Yo creo que todos los artistas tienen que entregarse cuando hacen algo. (AT)

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  7. Aníbal Troilo (11/7/14 - 19/5/75)

    Aníbal Troilo nacio el 11 de julio de 1914, en la calle Cabrera 2937, entre Anchorena y Laprida, es decir, en pleno barrio del Abasto pero se crió en Palermo. Su padre murió cuando "Pichuco" tenía 8 años y su vocación por el "fueye" despertó cuando todavía cursaba la escuela primaria, años despues comentaría "Mi viejo era carnicero y murió cuando yo tenía ocho años... A los diez, el fueye me atraía tanto como una pelota de fútbol. Jugaba de centrojás en el Regional Palermo. La vieja se hizo rogar un poco, pero al final me dio el gusto y tuve mi primer bandoneón: diez pesos por mes en catorce cuotas. Y desde entonces nunca me separé de él".

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  8. Bandoeón / Mario benedetti


    me jode confesarlo
    pero la vida es también un bandoneón
    hay quien sostiene que lo toca dios
    pero yo estoy seguro que es troilo
    ya que dios apenas toca el arpa
    y mal

    fuere quien fuere lo cierto es
    que nos estira en un solo ademán purísimo
    y luego nos reduce de a poco a casi nada
    y claro nos arranca confesiones
    quejas que son clamores
    vértebras de alegría
    esperanzas que vuelven
    como los hijos pródigos
    y sobre todo como los estribillos

    me jode confesarlo
    porque lo cierto es que hoy en día
    pocos
    quieren ser tango
    la natural tendencia
    es a ser rumba o mambo o chachachá
    o merengue o bolero o tal vez casino
    en último caso valsecito o milonga
    pasodoble jamás
    pero cuando dios o pichuco o quien sea
    toma entre sus manos la vida bandoneón
    y le sugiere que llore o regocije
    uno siente el tremendo decoro de ser tango
    y se deja cantar y ni se acuerda
    que allá espera
    el estuche.

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  9. Por su orquesta desfilaron voces como las de Fiorentino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Nelly Vazquez y Roberto Goyeneche.

    Algunos pianistas del Gordo fueron: Orlando Goño, Carlos Figari, Osvaldo Manzi, Osvaldo Berlinghieri y José Colángelo.

    También tocó con Ubaldo de Lío en guitarra y Astor Piazzolla en bandoneón.

    La simbiosis de Astor y el Gordo fue mágica, el marplatense había regresado de los Estados Unidos, y contaba con 18 años, acudía todas las noches al café Germinal de la calle Corrientes a escuchar a la orquesta de Troilo. Un día cae enfermo el bandoneonista Toto Rodríguez, y el violinista Hugo Baralis le avisa al "Gato" Piazzolla de la oportunidad que tendría para probarse en la orquesta. Cuando le avisan que tenían un candidato, el Gordo lo miró a Astor, y lo vió joven. Peor aún, cuando le ofreció las partituras para escucharlo. Astor le respondió que no le hacían falta, porque conocía el repertorio de memoria ..

    El resto es historia. Astor se integró a la orquesta de Troilo, desde 1939 hasta 1944.

    A Pichuco le gustaban los compases simples, que permitiesen al público bailar y lucirse, porque para eso pagaban la entrada.
    Piazzolla escribía arreglos demasiado modernos para las partituras, y el Gordo, sacaba la goma de borrar y entraba a modificar compases.

    Pese a estas diferencias de gustos musicales, la relación entre ambos siempre fue cordial y de afecto profesional.

    De hecho, cuando muere Troilo, Zita la viuda, le obsequia uno de los bandoneones de Pichuco, instrumento que Piazzolla conservó como una reliquia.

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  10. El bandoneón llega por primera vez a Buenos Aires de la mano de la cuantiosa corriente inmigratoria que arribó al país hacia 1870.

    Se estima que hasta la Segunda Guerra Mundial se importaron 60.000bandoneones, de los cuales, algunos arriesgan, quedan en unos 20.000, pero solo 2000 están en estado óptimo de originalidad. (la mayoría ‘fugan’ en manos de músicos europeos que los compran aquí porque salen mucho más baratos que en Europa, o de turistas que los llevan para adornar sus casas).

    Existe un proyecto de ley de Protección al Bandoneón aprobada en 2009, y que en su espíritu prohíbe la salida al exterior de los instrumentos que hayan pertenecido a músicos argentinos conocidos o que tengan más de 40 años de antigüedad, además de promover la creación de un registro para saber cuáles quedan y quién los tiene, no sea cosa que se vendan y el Estado no pueda retenerlos.

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  11. “… con ojeras nostálgicas de otoño
    repite los compases monocordes
    de un tango sin retorno…”

    Fantástico soneto, así como toda la data que lo acompaña.
    Confieso que el tango no es la música que escucho habitualmente, pero es imposible no admirar a un Maestro como Troilo, por algo el Día del Bandoneón es un homenaje hacia él y su virtuosismo. "Pichuco" lo merece.

    Estimado Poeta, excelente y completísimo post.

    Lo abrazo

    REM

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