domingo, 21 de diciembre de 2014

Adios


















"Renacerás, porque si nadie ha renacido, tú podrás..." (H. Ferrer)

La pena de tu adiós pende del cielo,
espesa, casi bruna,
y cae con el peso de una luna
que se rompe de bruces contra el suelo.
Un arcángel de ronco desconsuelo,
de soledad final e inoportuna,
con el rante gotán con que te acuna
te abriga el corazón con tu pañuelo.
Y Dios, el mismo Dios, tiende tu cama
con finísimas sábanas de hilo
y enciende el farolito de la pieza,
una lluvia celeste se derrama
y a lo lejos un disco de vinilo
gira y gira al compás de la tristeza.

Soneto Adiós.
Dibujo: Jaime Clara.

12 comentarios:

  1. Tuve la enorme dicha de conocerlo y el tuvo la deferencia de acercarse a la Academia el día de mi asunción, a pesar de que por aquellos tiempos ya andaba medio escorado.

    Maestro, no habrá ninguno igual, no habrá ninguno.

    Abrazo celeste.

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  2. Fue alrededor de las 16 cuando el loco de la banderita de taxi libre, María la de Buenos Aires, el Chiquilín de Bachín y todo ícono del tango derramó una lágrima potente de pena, con caricia de bandoneón. A esa hora, en el sanatorio Güemes, murió el poeta de Buenos Aires, Horacio Ferrer. Allí permanecía internado desde hacía varios días.

    Su querida Lulú Michelli, artista plástica que compartía su vida desde 1982, anunciaba la noticia envuelta en lágrimas. Poco tiempo después, el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, lo daba a conocer en forma masiva por su cuenta de Twitter. Él mismo organizó todo como para que los restos del poeta fueran velados en la Legislatura porteña, desde las 23 de ayer hasta las 15 de hoy.

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  3. Un dandy siempre sonriente y amable como pocos, desde 1976 Horacio Ferrer vivía en una habitación del hotel Alvear. Hace algunos meses tuvo un accidente doméstico que lo condujo a un declive irreversible en su salud. Se cayó en la bañera y el golpe le ocasionó un coágulo en la cabeza. Por ese motivo fue intervenido quirúrgicamente, pero a los pocos días de regresar al hogar Lulú se dio cuenta de que no todo estaba bien.

    Enseguida fue operado nuevamente y, aunque siguió una estricta rehabilitación, nunca se recuperó del todo. Su estado se resintió mucho en los últimos meses y una maldita neumonía contribuyó a sumar complicaciones a una salud cada vez más deteriorada. Problemas respiratorios y, finalmente, cardíacos definieron el cuadro. El poeta ayer murió a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio. Sobre el cierre de esta edición se definía si sus restos serían trasladados al cementerio de la Chacarita.

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  4. Además de artista, Horacio fue un gestor permanente. Al frente de la Academia Nacional del Tango, entidad de la cual fue su corazón y su alma, no dudaba en recibir a quien quisiera hablar con él. Fue uno de los seres más generosos del ámbito artístico y cultural del Río de la Plata. Muchos han escrito su primer libro gracias a él.

    A Horacio lo fascinaba la investigación y estaba dispuesto a mover cielo y tierra con tal de realizar los sueños de alguien. Le encantaba hacer realidad sueños. Simplemente sonreía, pedía amablemente, acariciaba con algún verso y sacaba una flor. Así era.

    Y, con un poco de confianza, uno podía llenarse el alma con esas anécdotas y ese humor único que lo caracterizaron siempre. Era un maestro al que le encantaba premiar. Entre las muchísimas obras que realizó quedan la Biblioteca del Tango, el Liceo Superior del Tango y el Museo Mundial del Tango, en Rivadavia al 800, en el Palacio Carlos Gardel.

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  5. Su pasión por el teatro fue heredada por su padre, integrante de la famosa Troupe Ateniense, un grupo independiente de cómicos, allá por los años 20. Héctor Gióvine hace unos años lo honró con una obra musical sobre su vida que se llamó Volá, vení, volá, en el teatro La Comedia. "Yo no entiendo que haya dos países; a mí me tocó nacer en el justo medio del Río de la Plata", dijo alguna vez.

    La admiración por Ferrer siempre traspasó fronteras y, como él resguardaba su ego, esas noticias no solían trascender lo suficiente, lo merecido. Se subió a múltiples escenarios para encarnar al Duende de esa obra de arte que es María de Buenos Aires, el gran musical argentino, tan existencialista, poético y metafórico como él.

    "Uno de los privilegios más grandes de mi vida fue conocer a Horacio. Compartimos el escenario unas 20 o 30 veces y cada vez fue una inspiración inmensa tocar al lado de su voz mágica. Nacimos en la misma fecha con 30 años de diferencia, él en Montevideo, yo en Noruega, y eso nos reunía más todavía", comentó a LA NACION emocionado el reconocido bandoneonista Per Arne Glorvigen. Así se lo recuerda al duende, cuya alma ya flota en Buenos Aires, sobre una bicicleta blanca. Como es debido.

    Fuente: Diario La Nación.

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  6. Apuntes al margen:

    Nacido en Uruguay y nacionalizado argentino, Horacio Arturo Ferrer Ezcurra había nacido el 2 de junio de 1933 y desde muy joven se interesó por el tango y su mitología, lo que lo llevó a crear más tarde temas como "Balada para un loco" y "Chiquilín de Bachín", entre otras obras realizadas en sociedad con Astor Piazzolla.

    Hijo de un profesor de Historia y una madre que era sobrina bisnieta de Juan Manuel de Rosas, creció en un hogar montevideano de gente culta que había llegado a conocer en persona a Amado Nervo, Rubén Darío y Federico García Lorca, un acervo del que no fue indiferente.

    Quiso ser arquitecto y cursó varios años en la Universidad de la República, pero su pasión tanguera lo condujo a abandonar ese sueño y, como redactor del diario El Día, y luego de El País, se lanzó a conducir el programa radial Selección de tangos, que derivaría en El Club de la Guardia Nueva, entidad que promovía actuaciones de los músicos de vanguardia en locales de Montevideo y alrededores, donde comenzó su intensa amistad con Piazzolla.

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  7. Ya en ligas mayores, condujo programas tangueros por la prestigiosa emisora del Sodre, fundó la revista Tangueando y principios de los años '60 condujo en la TV oficial uruguaya un programa que anticipaba lo que haría más adelante en Buenos Aires.

    Publicó su primer libro de poemas, Romancero canyengue, en 1967, al que presentó recitándolo en compañía del guitarrista oriental Agustín Carlevaro, influido por Paul Verlaine y otros franceses, herencia de las pautas maternas, pero se lanzó al ruedo editorial con referencias a Menecucho, un poeta popular montevideano que vendía sus versos en los carnavales y decía: "Mis versos serán malos, pero son míos."

    El libro recibió las buenas críticas de las mejores plumas del tango en ambas orillas del Plata y motivó que Piazzolla musicalizara su poema "La última grela", que en principio iba a tener acordes de Aníbal Troilo.

    Ese fue el trampolín para que Ferrer cruzara a Buenos Aires, convocado "de prepo" por Piazzolla, y a fines de 1967 ya estaba viviendo en una casa de Lavalle al 1400, que había sido la vivienda histórica de los Ezcurra, la familia de su madre.

    La primera gran obra entre músico y poeta fue la ópera María de Buenos Aires, que se estrenó un año después en la ya extinta Sala Planeta, de la calle Suipacha, con Amelita Baltar y el notable Héctor de Rosas como protagonistas y Ferrer como recitante. No fue tan exitosa como se esperaba, pero con los años se volvió un ícono de la música rioplatense, que en sus distintas versiones viajó por más de 25 países.

    En 1969 la dupla compuso "Chiquilín de Bachín" y "Balada para un loco", cuyos discos simples se vendieron como pan caliente, y que aportaban a la música ciudadana un perfil de apertura como nunca se había dado.

    Fue un éxito masivo y es una de las canciones argentinas más conocidas de todos los tiempos. Los versos "Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao, ¿no ves que va la luna rodando por Callao?" son seguramente los más famosos de Ferrer, además de la antológica descripción inicial del protagonista: "Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus, medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre en cada mano."

    Siguieron otros temas, que el público vio primero con desconfianza y luego con pasión: "Balada para mi muerte", "El Gordo triste" (un homenaje a Troilo), "La bicicleta blanca" y "Los paraguas de Buenos Aires".

    "Bon vivant" a todas luces, Ferrer vivió junto a su esposa Lulú, un nombre bien afrancesado y de tango, en el Hotel Alvear, cerca de la Recoleta, donde se instaló en 1976 y que habitó hasta los últimos tiempos.

    Amante de las pasiones populares, era hincha de Huracán en Argentina y Defensor Sporting en Uruguay. De hecho, en julio del año pasado se le rindió homenaje en una emblemática pizzería de Caseros y Rioja. Allí, el maestro Ferrer fue homenajeado por el programa Se escucha Huracán Radio, y Parque Patricios lo colocó en una triada poética que comparte con Homero Manzi y Julián Centella. "Esto es una cosa maravillosa porque me homenajea un barrio entero, un club entero y una hinchada entera", dijo esa noche, adonde llegó sin el medio melón de "Balada para un loco" en la cabeza, pero con un pañuelo beige, saco marrón, zapatos negros, camisa a rayas marineras y una flor verde en el hojal, similar a la que siempre creció desde la H de su firma.

    Extravagante, excéntrico, inspirado y genial. Así fue Horacio Ferrer, un personaje de Buenos Aires, un "loco" de la bohemia, la música y la poesía, un grande que se codeó con otros grandes. Un talento que ya se extraña. (Fuente: Página 12)

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  8. Moriré en Buenos Aires, será de madrugada / guardaré mansamente las cosas de vivir,/ mi pequeña poesía de adioses y de balas,/ mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín./ Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba/ mi penúltimo wisky quedará sin beber,/ llegará tangamente mi muerte enamorada,/ yo estaré muerto en punto cuando sean las seis... (Horacio Ferrer)

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  9. Para nosotros quienes lo admiramos ha sido una triste noticia la muerte de Ferrer, aunque no dudo que él estará feliz, allí se habrá encontrado con tantos amigos que le precedieron que se le debe haber piantado un lagrimón de pura alegría nomás. Q.E.P.D. don Horacio que aquí lo seguiremos recordando siempre toda vez que alguna de sus letras nos cobije el alma en momentos de profunda nostalgia.

    Querido Carlos agradecidos todos tus lectores por esta maravilla de versos que le has dedicado al Maestro.

    Te abrazo fuerte.
    REM

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  10. Muy triste Rem, una pérdida altamente dolorosa.

    Seguramente Piazzolla lo debía estar esperando para volver a componer juntos, la Balada para un ángel loco.

    Se ha ido pero su duende sigue con nosotros.

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  11. A propósito de la partida de Horacio, del domingo a las 10 de la mañana haremos un programa especial en la radio Conexión Abierta de la Universidad Abierta Interamericana, dedicado a Ferrer. (por internet)

    Un besote.

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  12. Preludio para el año 3001 / Piazzolla - Ferrer

    Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de Junio,
    con estas ganas tremendas de querer y de vivir.
    Renaceré fatalmente, será el año tres mil uno
    y habrá un domingo de otoño por la plaza San Martín.

    Le ladrarán a mi sombra los perritos vagabundos,
    con mi modesto equipaje llegaré del Más Allá,
    y arrodillado en mi Río de la Plata lindo y sucio,
    me amasaré otro incansable corazón de barro y sal.

    Y vendrán tres lustrabotas, tres payasos y tres brujos,
    mis inmortales compinches gritándome "¡Fuerza, che,
    nacé, nacé, dale pibe, metéle hermano, que es duro,
    pero muy bueno el oficio de morir y renacer!"

    Renaceré, renaceré, renaceré,
    y una gran voz extraterrestre me dará
    la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
    para volver, para creer, para luchar.

    Tendré un clavel de otro planeta en el ojal,
    porque si nadie ha renacido, ¡yo podré!
    Mi Buenos Aires siglo treinta y uno, ya verás:
    renaceré, renaceré, ¡renaceré!

    Renaceré de las cosas que he querido mucho, mucho,
    cuando los dioses digan bajito "Volvió..."
    Yo besaré la memoria de tus ojos taciturnos,
    para seguirte el poema que a medio hacer me quedó.

    Renaceré de las frutas de un mercado con laburo,
    y de la mugre serena de un romántico café,
    de un sideral subterráneo Plaza de Mayo a Saturno
    y de una bronca de obreros por el sur renaceré.

    Pero verás que renazco en el año tres mil uno,
    y con muchachos y chicas que no han sido y que serán,
    bendeciremos la tierra, tierra nuestra, y te lo juro
    que a Buenos Aires de nuevo nos pondremos a fundar.

    Renaceré, renaceré, renaceré,
    y una gran voz extraterrestre me dará
    la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
    para volver, para crecer, para luchar.

    Traeré un clavel de otro planeta en el ojal,
    porque si nadie ha renacido ¡yo podré!
    Ciudad del siglo treinta y uno, ya verás:
    renaceré, renaceré, ¡renaceré!

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